jueves, 2 de enero de 2014

Hoy leí una frase que decía "Nunca sabrás el valor de un momento hasta que se convierte en recuerdo", y me doy cuenta, que yo sí lo hago. El 2013 no lo considero uno de los mejores años, pero vino lleno de cambios y lecciones. Creo que puedo decir que soy una persona totalmente distinta, a algunas les gustara y a otros no, pero para mi fue para bien. Aprendí tantas cosas este año, terminé de entender otras, y empecé a abrirme y entender otros puntos de vista.
Tengo la suerte de reconocer los momentos buenos, aprovecharlos, disfrutarlos, y desear que no terminen nunca, y cuando terminan los recuerdo de la mejor manera. Aprendí a no aferrarme a las cosas, a dejar que fluyan; si quiero algo pero no es tan importante lo intento, y si no lo consigo, no pasa nada. En cambio si creo que es algo que de verdad vale la pena, no me doy por vencida, sin importar cuanto tarde. Aprendí a no hacerme tanta mala sangre por las cosas, a dejarlas ser, al final, lo único que te llevas de la vida, son los recuerdos y lo aprendido.
Hay cosas que hay que dejar atrás, etapas que hay que cerrar, y otras que aceptar, porque sino no se puede ser feliz.

 Hay que aprender que podemos tener nuestros días buenos y malos, pero eso no define la felicidad.
Hay que aceptar todas las oportunidades posibles, aunque tengamos miedo o nos vayamos a arrepentir después, porque nos podemos arrepentir de todas formas si decimos que no.